MAQUIAVEL: SER Y DICCIONAR EN LA POLÍTICA


Como la desestabilización del mundo medieval y con el inicio de la modernidad, el entrelazamiento entre la esfera de la ética con la política, tan presente en el mundo de la polis griega y en la sociedad medieval-cristiana, parecía haber llegado a su fin, pues la nueva sociedad que se ha Anunciaba se centraba en el poder y la fuerza de la razón. La tradición judeocristiana y filosófica atribuyó a Maquiavelo la responsabilidad de esa separación. Formando así una visión, orientada solamente a los fines. Esta concepción pasó a ser uno de los principales estigmas de la Filosofía, pues se comprende que Maquiavelo era anticristiano y que sus ideas eran arbitrarias, lo que impediría una aproximación de la esfera de la ética con la esfera de la política (CASSIRER, 2003, p.134-146 ). Otros intérpretes identificaron en el pensamiento de Maquiavelo algo diferente en las relaciones de la ética con la política, intitulándolo de inmoral y amoral.

El rechazo teórico de Maquiavelo a la tradición teológica, filosófica y humanista clásica ocurrió principalmente por considerarlas ilusorias, pues no participan de experiencias de sociedades y hombres concretos, sino de modelos idealizados. Al tomar ese posicionamiento, el florentino ignoró los conceptos, las categorías y las bases en las que los amis creyentes y eruditos de su tiempo estaban acostumbrados a expresarse.

En El Príncipe, Maquiavelo afirma que "es necesario a un príncipe, para mantenerse, que aprenda a poder ser mal y que se valga o deje de valerse de ello según la necesidad" y que un príncipe "prudente no puede ni debe guardar La palabra dada cuando esto le haga perjudicial y cuando las causas que lo determinan cesen de existir.

El actuar del gobernante de acuerdo con la necesidad debe tener en cuenta también que, en Maquiavelo, el pueblo evalúa al príncipe por los ojos; De este modo, la práctica de la violencia y de la crueldad, en el ejército del poder, son enemigos para su mantenimiento, pues el pueblo, ante tal práctica, reacciona con el odio al gobernante. La clave para el éxito está en reconocer la fuerza de las circunstancias, relacionando la necesidad con la exigencia de los nuevos tiempos, de manera temporal y si es posible de una sola vez, y nunca en beneficio propio, pues ciertas acciones reprensibles pueden ser justificadas gracias a sus Los efectos y cuando el efecto es bueno, siempre se justifica la acción ".

Al rechazar la moral tradicional y el concepto de virtud que le es propio, Maquiavelo se apropia sólo de la apariencia de esa virtud, porque el pueblo se satisface sólo con el simulacro de la virtud. En la actuación política, cuando sea necesario adoptar una postura que huya de los patrones tradicionales, el príncipe deberá practicar la astucia y disimularla, pues el pueblo es incapaz de comprender el bien político que se oculta detrás de la necesidad de practicar el mal moral.

Las cualidades de la bondad, de la fe en Dios, del amor al prójimo son importantísimas para la vida de cada ciudadano, y la crueldad y el sacrificio de inocentes no deben ser practicados en la vida particular. Sin embargo, cuando está en juego el bien común, esa moralidad se vuelve incompatible, "pues es posible la docilidad o la búsqueda de la salvación espiritual, con una sociedad fuerte, vigorosa, estable, satisfactoria sobre la tierra".

La afirmación de que "la moralidad cristiana ha hecho a los hombres débiles, entregando el mundo a la audacia de los celos" expresa que la práctica de las enseñanzas cristianas ha sido aplastar el espíritu cívico de los hombres y obligarlos a soportar humillaciones sin quejarse, Los destructores no encuentran resistencia.

Maquiavelo no pretendía hacer una clasificación de valores, sino mostrar una incompatibilidad de los valores del cristianismo con la práctica política cívica. Los elogios a la cortesía, a la bondad, a la generosidad, al honor, a la religión, presentes en sus obras, no representan ironía por parte del autor, pues reconoce que son grandes virtudes, pero no siempre son posibles de ser practicadas en la vida política.

Con Maquiavelo no hay un nihilismo ético, sino una moral, aunque muchas veces, debido a la naturaleza humana, sea sólo aparente. Esta moralidad tiene por objetivo la defensa de la libertad y los intereses de la colectividad. Los valores de la política en Maquiavelo no son los valores morales cristianos, pero aún así son valores. Berlín afirma que, en la obra El Príncipe, Maquiavelo no es un "observador distanciado, moralmente neutro. Su moralidad era social, y no individual: pero es una moralidad y no una religión amoral, además del bien y del mal.

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